Andrés Neuman

LA FELICIDAD
Me llamo Marcos. Siempre he querido ser Cristóbal.
No me refiero a llamarme Cristóbal. Cristóbal es mi amigo; iba a decir el mejor, pero diré que el único.
Gabriela es mi mujer. Ella me quiere mucho y se acuesta con Cristóbal.



LA SANGRE DE LOS MONSTRUOS

Roberto Echeto

El monstruo surgió a las diecisiete horas. Tenía casi cuarenta minutos asolando la superficie y destruyendo las naves del ejército, cuando apareció Ultraman. La gente corría por todas partes. En el centro de la ciudad llovían escombros. Los edificios temblaban con los golpes de la larga cola llena de escamas afiladas. Al llegar, Ultraman se le lanzó encima y le cruzó el rostro dentado a golpes. El monstruo reaccionó estirando con torpeza sus manos de uñas azules hasta que su contrincante le dio una soberbia patada en la cara que lo hizo caer sobre un edificio de treinta pisos.



LA MUJER DESNUDA Y EL ÚLTIMO CIGARRILLO

Juan Carlos Méndez Guédez

La mujer miró al techo.
La mujer no fumó un cigarrillo porque acababa de dejarlo.
Pensó que era mal momento para dejar de fumar.
Miró al hombre desnudo que reposaba a su lado.
Pensó de nuevo que era mal momento para dejar de fumar.




CRÍTICA LITERARIA

Juan Carlos Chirinos

Murmuró. Encendió un cigarrillo.




MEDUSAS

Ernesto Pérez Zúñiga


0. Flotábamos a favor de la corriente, enormes transparencias, con nuestros tentáculos ofrecidos al ir subacuático de la superficie, permitiendo al extraño sol marino dibujar un arcoiris en nuestra carne de luz, que respiraba sobre incontables partículas de alimento vivo, engulléndolas –como un corazón de cristal latiendo, sístole, diástole, en la facilidad del agua-.




PASEO Y FINAL

Nicolás Melini

Bueno, creo que voy a bajar a la calle. Nadie puede impedírmelo. Abro. Cierro tras de mí. Ya está. Al fin y al cabo soy un hombre adulto. Tengo sesenta tacos y me merezco salir y entrar cuando me dé la gana. Ya en la acera, camino despacio. En cuanto rebaso el Hotel Praga me detengo. La bolsa me estorba entre las piernas a cada paso que doy. Hija de puta. Cada vez está más llena. Aprovecho para rascarme la rodilla por dentro, haciéndole el menor caso posible —tenía que haberla vaciado antes de salir—, y luego miro al otro lado de la calle.




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LOS LIBROS DE ESTE VERANO, por Nicolás Melini

UN RELATO CON MEDUSAS, por Ernesto Pérez Zúñiga

EL SONIDO DE LA PUERTA, por Juan Carlos Méndez Guédez

YO SOY LA NORMA, por Juan Carlos Chirinos